sábado, 28 de abril de 2012

Otras Pascuas

OTRAS PASCUAS. Carta que no será enviada. A ti, amado mío, para ti, que no la leerás con tus ojos pero si con el alma, te dedico estas reflexiones, estos recuerdos teñidos de nostalgia. Otras Pascuas. Digo otras porque ésta puede ser una de mis últimas Pascuas celebradas en familia. Y digo CELEBRADAS porque la reunión familiar, aunque faltan algunos, es una celebración, casi un sacramento. Algunos faltan porque están lejos, otros por diversos motivos, pero falta el más importante: tú, el esposo, el padre, el abuelo, el bisabuelo. ¿Dónde estarás, me pregunto? ¿Tu espíritu será ese polvo de estrellas que gira en torno a la Tierra? Y allí estuvimos, pocos, siendo tantos como somos. Pocos: nuestros dos hijos varones y yo, sus esposas, uno que otro nieto, una reunión cordial, no festiva, en donde no se hizo mención alguna a la Fiesta que nos congregaba ni al gran Ausente: el esposo, el padre, el abuelo. No puedo evitar la evocación de otras Pascuas, las que en su momento me golpearon, me marcaron, las que determinaron mi apego a esta Fiesta tan especial, poco importante para muchos, comparadas con las tradicionales que el calendario ensalza: Navidad, Año Nuevo … Primera Pascua: Inriville, un exilio no buscado, y yo sola, lejos de mi casa, de mi familia, de todo, comiendo, sola, en el comedor de gente extraña, mis anfitriones, gente distinta, con distintas costumbres. La soledad total. Segunda Pascua: Después de la muerte de mi padre. Invité a mamá y mis hermanos a casa; yo, que era remisa a las invitaciones, preparé un almuerzo, regalos para todos y uno, especial, un collar de perlas, para ella. Sentí la necesidad de tenerlos a todos juntos, de demostrar que aún éramos una familia, aunque faltara la cabeza, el jefe del clan. Pudo haber habido después mil más, sin nada importante, salvo aquélla en San Juan, a poco del retorno de la democracia después de la dictadura militar. Tú y yo habíamos ido a pasar Semana Santa con Silvia, Carlos y sus niños, pequeños aún, cuando se produjo un levantamiento militar: el gobierno de Alfonsín tambaleaba. Pálidos, aterrados, casi al borde del llanto, escuchábamos la radio y mirábamos la televisión. Tras dos o tres días con sus noches de incertidumbre e inquietud, el tema se resolvió para bien y el presidente calmó las aguas agitadas y la angustia de los corazones del pueblo, diciendo: “Felices Pascuas. La casa está en orden.” Sólo quien lo vivió puede comprender lo que significó esa paz lograda a muy alto costo. Y ahora, esta Pascua, la primera de mi soledad, con sus múltiples significados: resurrección, paso a una vida nueva, de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida. A mi amado, polvo de estrellas, soplo de vida eterna, le envío este brindis silencioso: Por nuestro amor. Felices Pascuas. Mecha Novillo

De exilios y otras yerbas

DE EXILIOS Y OTRAS YERBAS … Después de mucho pensar en el asunto he llegado a la conclusión de que estoy viviendo un exilio. Sí, no el terrible exilio de quienes, urgidos por un peligro o empujados por la miseria se ven obligados a dejar la tierra en que nacieron, en la que viven y donde tienen sus seres queridos. No, mi exilio es de otra naturaleza, pero no por ello menos exilio. Primero fue tu exilio, mi amor, y yo no me di cuenta. No me dijiste nada. Era costumbre tuya cuando hacías cualquier cosa, las mil y una actividades que tenías o te buscabas, hacerlas y después comentármelas. Así fue cuando te fuiste desprendiendo de todo lo que tenías: objetos celosamente guardados por muchos años, recuerdos, ropa, documentos, papeles, y finalmente tu vida. Y yo no me daba cuenta … Y cuando ya no estuviste más, cuando no quedó “ni el polvo de tus huesos”, me tocó a mí exiliarme. De tu presencia, de esta rutina que nos condicionaba pero en la cual nos movíamos con cierta normalidad, de esta forma de vida que por más de tres años fijó los límites de lo que podíamos hacer y lo que no. Y así sigo, en un exilio piadoso. La casa, sin ti, es un territorio extraño, nada es como era, casi no la reconozco, hay lugares en donde me siento ajena, y miro la pared de tu dormitorio, ya despojada de algunos recuerdos que les di a los chicos, tu cama, tus cosas. Estoy exiliada de mi mundo personal, exiliada de mí misma, de la que era; soy una persona extraña en un territorio que no conocía, el de la mujer que vive sola. Territorio de libertad y soledad, territorio que oscila entre penumbras y luces… ¿Volveré alguna vez a mi “terra preta”? Quiero volver. ¿Las otras yerbas? Miles. Temores absurdos, obsesiva negación hacia ciertas cosas, miedo a los cambios, horas en que necesito el silencio y otras en que lo evito, la casa - nuestra casa, ahora mi casa – que me reclama más atención, y yo que ya no tengo capacidad ni quiero dedicar especial atención a nada, a nadie. Y pretendo que nadie se vea obligado a “atenderme”. ¿Cuándo terminará este exilio? ¿Cuándo me sentiré en mi propio territorio? Algún día será, espero que entonces tenga salud y entusiasmo para gozarlo. Que Dios me otorgue este último favor. * * * Mecha Novillo. Noviembre de 2011.

martes, 27 de septiembre de 2011

ÚLTIMAS PALABRAS. 1

Te has ido para siempre, amado mío. Esta vez es un viaje sin retorno.
Nunca más, me repito hasta el cansancio, la razón me lo dice, el corazón lo niega.
Nunca más estarás en nuestra casa, en el sillón que te abrazaba, en la cama buscando el reposo para tu cuerpo exhausto, en la mesa compartiendo el desayuno y las noticias, alargando tu mano para tomar la mía, mirándonos a los ojos, pensando yo hasta cuándo tanto dolor, y tú refugiado en el silencio, quizás pensando lo mismo.
Te extraño, es un dolor muy grande, es un esfuerzo enorme tratar de aceptar la realidad, estoy segura de que esto que escribo vos lo ves, lo sabes, que lees mi corazón,

Otro día más y van … muchos. Para llenar las horas hago cosas con la esperanza de sentirme viva. Hoy empecé Yoga, nada especial. Mañana viernes leo, luego vendrá el sábado y el domingo con su carga de profunda soledad a cuestas. Es duro pasar el fin de semana. Te extraño, mucho, cariñito. Quisiera verte en sueños.

No sé por qué te cuento esto, cosas cotidianas, me aligera la carga que representa llevar la casa sola. (¿Estarás aquí, a mi lado, y yo no te veo?) Las cosas se rompen, los artefactos se descomponen, yo no sé qué hacer; por mí, dejaría que todo siga hasta que se extinga por el natural deterioro que acarrean los años.

Te extraño mucho, me haces falta. Te pido que vengas, en sueños, así sabré que estás bien y que me amas como yo te amo.

Mecha Novillo
Agosto.2011
DIARIO.

Martes 21 de octubre de 2008.

Gran angustia. No sé por qué. Sí lo sé. Hay muchos motivos. El más importante: la salud de Quiqui. Noto una leve mejoría y eso me despierta una gran ansiedad. ¿Irá a seguir bien? ¿Será sólo una mejoría ilusoria, de hoy, de unas pocas horas? ¿Será malo que crea que la pesadilla va a terminar? Digo malo porque luego, al despertar, la decepción puede ser aún peor.
A las secuelas del ACV ya me he adaptado – resignado, acostumbrado – y no me parece tan terrible como al principio. Verlo caminar con pasos lentos, cortos, como si caminar le resultara penoso…, ver su imposibilidad para manejar las manos, para vestirse, desvestirse, comer, beber, servirse un vaso de agua, tomar el café…, todo eso ya lo he asumido y no me afecta tanto. Además ha recuperado el equilibrio, eso es un gran paso adelante.
Pero verlo sufrir como lo he visto, como lo veo, por el herpes zóster que lo atacó, eso es espantoso. Y esto es lo que ahora me despierta una ansiedad que me mortifica.

Domingo 28 de diciembre de 2008.

Ansiedad, angustia, dolor, desesperación, esperanza, todos estos sentimientos y muchos más se hicieron presentes en estos dos meses. El herpes pasó pero sus secuelas aún quedan. La piel seriamente dañada, con sensaciones de dolor pasajero, y como consecuencia de los analgésicos que tuvo que tomar para atenuar y soportar el dolor, un eritema medicamentoso que ahora se ensañó con su espalda y sus brazos, exigiendo nuevos remedios con sus previsibles efectos secundarios indeseados y el antídoto correspondiente. Y la evolución aleatoria, un día o dos bien, otro mal, otro peor.
Un laberinto con el Minotauro acechando.
¡Qué difícil ha sido! ¡Qué difícil es!
Cuando esto comenzó, allá por el mes de julio, yo creía tener fuerzas, creía que era una cuestión de voluntad y dedicación. Y puse todo mi empeño, pero no pude evitar los desfallecimientos y la desesperanza. No soy una mujer 10, apenas una mujer.
Falta un par de días, por así decir, para que termine este año. Siempre se supone que lo que viene será mejor. Dios lo quiera.

Lunes 5 de enero de 2009.

Puse la fecha y no escribí nada en su momento. Teniendo tantas cosas para decir! Es que las palabras son pobres , no logran expresar lo que estoy viviendo, lo que estamos viviendo. El infierno tal y como lo concibieron los teólogos y literatos del Medioevo.

Jueves 7 de mayo de 2009.
Quiqui está mejor. Pero todavía precisa mucha ayuda, cuidados, atención, seguimiento… Y yo me siento impotente, desvalida, desamparada…No soy la que era, y me pregunto si alguna vez volveré a serlo.

Domingo 17 de mayo de 2009.

Idas y vueltas en este duro camino de cada día. Hoy, a primera hora, Quiqui abrió la puerta y cortó de una maceta dos flores para mí. Las puso en el platito de las tostadas. Al servir el desayuno las encontré. Alegrías del hogar, nunca mejor llamadas que así, y aquí. Que Dios nos conceda un día tranquilo y con amor.

Domingo 31 de mayo de 2009.

Quiqui está peor que nunca. Casi no puede moverse, casi no puede caminar, para hacerlo se apoya en el bastón y en mí, y mis fuerzas físicas no me alcanzan para sostenerlo.

Lunes 26 de octubre de 2009.
Mañana cumplo 76 años. Hace por lo menos 6 que no vivo, apenas si sobrevivo.

28 de diciembre de 2009: Se va acabando el año. Antes yo me lamentaba porque no había cambios positivos en la salud de Quiqui y en nuestra vida, en mi encierro forzoso, en el futuro incierto. Ahora comprendo que vamos a empezar un nuevo año y todo seguirá evolucionando para peor. No es pesimismo. Es ver la realidad.

2 de enero de 2010: La realidad me abofetea la cara. La realidad me aplasta. La realidad me asfixia. Y no hay forma de evadirse. Cada mañana, al ir al dormitorio de Quiqui a despertarlo, espero … absurdamente, verlo bien, o un poquito mejor. Pero no, lo único que consigo es, a veces, una sonrisa leve, forzada, ¡pobre amor mío! Me acuesto a su lado para abrazarlo y compartir unos minutos el calor de nuestros cuerpos; y luego de esa burda imitación de nuestra realidad de antes, se impone la actual: dura, seca, implacable. No podemos escapar.

31 de enero de 2010: Llueve. Está fresco, corre un airecito vivificante. Con eso ya puedo sentirme casi feliz. Hay otras cosas, además; Quiqui se levantó solo esta mañana y me hizo un chistecito, ahora extraordinario, antes muy común, se presentó en mi dormitorio y semioculto chistaba y chistaba para que yo lo descubriera, una especie de juego de escondida. Yo oía el chistido pero no sabía de dónde provenía, creía que era un ruido de la radio, miro y era Quiqui, sonriendo. Nos abrazamos, eso me alegró la mañana.

4 de diciembre de 2010. No sé si alguien, algún día, leerá esto. No importa. A mí me hace bien (¿me hace bien?, no, apenas me sirve) escribirlo. Así la angustia escapa por la punta de los dedos, se hace palabras, de lo contrario sería una nube negra que me abatiría totalmente.

15 de abril de 2011. El tiempo pasa sigiloso, a veces parece que se ha detenido, pero no, continúa su marcha implacable. Y después de muchas horas, de muchos días de intenso trabajo, de marcadas tristezas, de tibias resignaciones, hoy retomo este diario porque estoy al borde del peor abismo que aguarda al hombre, la partida definitiva, el adiós, el abandono de un cuerpo deteriorado e inservible, el regreso al origen… Quiqui está internado en Terapia Intensiva desde hace seis días. Está en coma farmacológico y con respiración asistida. No sé si volveré a verlo consciente, no sé si él me verá, me oirá, si sentirá mis manos acariciando las suyas, mi beso en su frente…

2 de mayo de 2011. Quiqui ya no está. Murió el 19 de abril. Su cuerpo tan castigado por las enfermedades es ya sólo cenizas. Quiero creer que él, el que estaba dentro de su cuerpo, alcanzó la paz y está bien. Yo lo guardo dentro de mí. Aquí estará siempre.


Con amor.
Mecha Novillo. 2 de mayo de 2011.

martes, 23 de agosto de 2011

Terra Preta

TERRA PRETA


“Terra preta: Tierra empobrecida que mezclada con carbón y desechos orgánicos, incluyendo trozos de cerámica, se hace fértil. La presencia de terra preta en vastas extensiones combate el efecto invernadero.”
Lo leí, mientras esperaba turno en el consultorio del odontólogo. Sobre una mesita baja había revistas, desde las que muestran a la gente del espectáculo y de la farándula argentina, hasta las que presentan a los reyes y nobles sin trono de los países europeos. Había una que otra revista “seria”. Me decidí por la National Geographic, recordando una época lejana en que recibimos la suscripción por un año.
Hojeé sin mayor interés la revista , hasta que un largo artículo y gran cantidad de fotografías llamaron mi atención. Lo que leía y lo que veía salía de lo común. Era un estudio exhaustivo sobre la “terra preta”. Jamás había oído esas palabras. Me aboqué a leerlo con interés, y tomé nota en un papelito – el reverso de una boleta vieja de ésas que quedan en la cartera aunque ya no hagan falta – de lo más importante. Luego, pensé, completaría la información consultando en Internet.
Pero al llegar a casa el papelito quedó olvidado, mientras la idea no me abandonó, siguió dando vueltas y vueltas en mi pensamiento.

“Sin embargo, estudios recientes parecen mostrar que podríamos estar descubriendo oro negro (no contaminante), si logramos desvelar todos sus secretos. ¿Por qué tanto interés ahora? La razón es muy simple. Se ha descubierto que se trata de un fertilizante orgánico de propiedades formidables. Más aún, su materia y efectos duran miles de años, por lo que bastaría una aplicación con vistas a convertir un yermo en un paraíso para la producción agrícola. Más aún, dicen algunos expertos que tiene la sorprendente capacidad de auto- regenerarse”
“La terra preta se encuentra sólo en antiguos asentamientos humanos, lo cual nos dice que es una tierra artificial, hecha por el hombre. La terra preta sigue fértil tras siglos de exposición al sol tropical y a la lluvia, la clave de la terra preta es el carbón, resultado de quemar plantas y desechos a bajas temperaturas.”

El esbozo de una comparación me hace sonreír. Yo soy una tierra empobrecida, desgastada por los años, por los trabajos, por los sufrimientos, por las decepciones, por las angustias; he estado, como la tierra, expuesta al bien y al mal, pero hay una esperanza, puedo convertirme en terra preta. ¿Cuál será el carbón que me devuelva la vida, que me reconvierta en la tierra fértil que fui?
Habré de buscarlo.
Mecha Novillo.
Agosto de 2009.

Gasista



GASISTA

Muchos fueron los operarios que a lo largo de los años entraron, se aposentaron y salieron de mi casa para arreglos, refacciones, reparaciones, con buenos y malos resultados, tema de escritos en donde yo volcaba mi desesperación ante el caos que invariablemente provocaban.
Pero hoy, lejos de esos avatares, quiero recordar con afecto y respeto por su calidad humana al gasista que apareció en casa como un desconocido, sólo por la recomendación de una amiga, y permaneció por años en las casas de toda la familia, arreglando, escuchando discos viejos, cantando tangos, tomando mate: un amigo.
Culak era su apellido, un apellido checo, no recuerdo su nombre, siempre lo llamamos así: Culak. Y ese detalle, su origen checo, fue de entrada la mejor carta de presentación. Checo era el abuelo de Quiqui. Los checos son gente buena, laboriosa, honesta, responsable, era un sobreentendido entre nosotros.
Y en efecto, Culak fue eso y mucho más: gasista, albañil, plomero, electricista, colocador de azulejos, y baldosas, pintor y todo lo que hiciera falta. Era gasista matriculado y tenía estudios, se había recibido en el Otto Krause y estaba muy orgulloso de su formación técnica. Sabía hacer de todo y todo lo hacía bien, pero había que respetar sus tiempos.
Recién llegado a Córdoba consiguió un primer trabajo, y por sucesivas recomendaciones, pues sus empleadores siempre quedaban satisfechos con su obra y pasaban el dato a sus amigos, pronto tuvo más trabajo del que podía realizar.
Venía de Buenos Aires, de la Capital, tratando de olvidar un mal matrimonio, ya disuelto, y la ingratitud de un hijo que, habiendo ascendido en la escala social gracias a los estudios de Ingeniería que el padre le costeara y a un buen matrimonio, ahora lo ignoraba. No conocía a sus nietos. Esos tristes detalles se fueron desgranando poco a poco, a través de varios años, en lentas confidencias, entre mate y mate. El termo y el mate eran parte de su equipo de trabajo
En una vieja camioneta, vestido de overol, musculoso y fuerte, de facciones agradables, correcto en sus palabras con la inocultable tonada de porteño, se presentó una mañana. Instalar una cocina fue el tema en casa. Reformar la cocina, hacer un baño nuevo, revocar y pintar el patio, y múltiples tareas más en casa de mis hijos. No podíamos creer que fuera tan bueno en lo suyo. Así, nos lo “prestábamos” cuando hacía falta y lo tratábamos como un amigo.
Con Quiqui hablaba de la guerra, de Checoeslovaquia, de antepasados checos, del idioma, de las costumbres y las comidas. Pero tenía muchos otros intereses. Vio un álbum de discos viejos, de pasta, abandonado, y preguntó si podía quedárselo. Se lo dimos, estábamos por tirarlo. Lo que le interesaba era el tango. Mientras trabajaba cantaba tangos como si en ello le fuera la vida.
Un día llegó tarde, apenado, ensombrecido el semblante. Le preguntamos. Y abandonando toda reserva nos contó el motivo de su abatimiento. Tenía una novia, la había conocido en una tanguería y el darse cuenta de que amaba el tango y la milonga tanto como él había sido un factor importante en su mutuo enamoramiento. Pero había más: juntos se presentaban en concursos de baile y estaban a punto de ganar el primer premio. Pero en la última etapa había perdido. Eso lo mortificaba al extremo, tanto en lo personal como en lo que ese fracaso pudiera influir en su relación de pareja.
En lo de Sergio trabajó por años en reformas importantes, y Federico aprendió a caminar mientras lo veía usar el fletacho, colocar ladrillos, rasquetear y pintar. Imitaba todos estos movimientos como un experto aprendiz.
Un día decidió casarse con su compañera en el baile de la vida y en los concursos de tango. Mis hijos asistieron a la boda.
Los años pasaron, y Culak desapareció de nuestras vidas. No lo vimos más. Parecía inmortal. Pero en algún cielo de arena y cal seguirá bailando, aspirando al primer puesto.


Mecha Novillo. Noviembre de 2010




Frente al espejo




FRENTE AL ESPEJO

Me miro al espejo y no me encuentro. No soy yo la imagen que allí se refleja. Si yo no estoy, ¿quién es la que aparece?
Sin vanidad ni coquetería estudio esa imagen, y recuerdo la de la adolescente que fui, no hace mucho, apenas ha pasado un soplo de tiempo. No la encuentro. No está. Debería estar, pienso, porque aquella jovencita se miraba al espejo obsesivamente.
Tampoco está la mujer adulta, segura de sí, dueña de de sus actos, de sus decisiones, feliz con su vida, su familia, su trabajo …
Ni esta mujer madura, dolida y triste.
En cambio, una y otra vez, aparece mi madre. ¿Soy yo o es ella? Miro la imagen del espejo y le pregunto las cosas que debí preguntarle en vida.¡Son tantas mis dudas! Es tanta mi incapacidad de resolver situaciones difíciles, de adaptarme al paso del tiempo y sus temibles consecuencias, de enfrentar con éxito los sinsabores cotidianos, y sobre todo, hacerlo con una sonrisa. Porque mi madre, en el espejo, sonríe. Me sonríe y me repite, desde su conocimiento simple y sabio, un único consejo: Paciencia. Y yo, ahora yo, agrego: Perseverancia. Pero no hay nadie, en el espejo, que pronuncie la palabra mágica, ésa con la que los poetas cantan y juegan : Alegría. Deberé inventar un amigo invisible, como hacen los niños, para que la diga.
En este momento especialmente duro de mi vida, por los reiterados embates de la vejez en la persona de Quiqui, y también en mí misma, necesito de esas tres palabras transformadas en acción: Paciencia, Perseverancia y Alegría.
Creo que no es tan difícil. Están allí, en el espejo.

Mecha Novillo.
14 de enero de 2009.